Dicen que no hubo tiempo mejor que el pasado. No estoy muy de acuerdo con ello. Sin embargo, hay pequeñas vivencias que, seguramente, no se superan con otras.
Hay momentos en que añoro revivir un manojo de sensaciones con el que quedé cautivada. Misticidad, magia, intensidad, profundidad, ¿acaso era posible enajenarse de todo eso?... no, no había modo de escapar. Era una montaña rusa de escalofríos y fuego agobiante, parecía el mismo infierno, pero yo sentía estar en el cielo. Esa vulnerabilidad que me dominaba era sublime. Irónicamente verme vencida fue relajante. Así; como si dejarías mojar tus pies por la corriente de un río en un día soleado.
Tristemente duró un instante. Instante que se hizo eterno en mi.